domingo, 31 de octubre de 2010

IMAGINAD

Imaginad, imaginad un páramo brillante como el astrolabio del abjurante Galileo que aunque no lo quieran ver, sin embargo se mueve. Imaginad cientos de petardos esparciendo olor pólvora y humo negro hacia un sol albino, desfachatado y sin voz.

Imaginad, es lo único que nos salvará. Somos demasiados sensibles para circunvalar este mundo cruel sin correr el riesgo de ser pasibles de nulidad absoluta en nuestro contrato social.

Imaginad. Sólo este oasis será el agua que habremos de beber. Deberemos aprender a alimentarnos del cadáver de nosotros mismos. Agasajémonos con este banquete egoísta y nutritivo. Ninguna cosa tiene más vitaminas que el error para fortalecer el ego.

Imaginad. Arranquemos de raíz el árbol del cual penden nuestros pensamientos y escupamos las semillas de sus ambivalentes frutos en la tierra ávida de nuestros silencios.

Imaginad. Es inútil sufrir primicias del pasado que se repiten para llenar primeras planas que poco tienen que decir y mucho tienen para herir nuevamente. Las hienas ríen para no llorarse. Hay labios que se mueven demasiado tarde para advertir la noche.

Imaginad. Confiemos en nuestro corazón. Nunca lo olvidemos nunca en el pesado cúmulo de sopesar estrategias y razones. Desconfiemos del consejo semejante a un eco que se provocó allá lejos y hace tiempo y que hoy llega como un verdugo errante.

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