lunes, 4 de julio de 2022

Un poco venir a escribir acá es como visitar un cine vacío donde hay silencio y polvo acumulado, pero por sobre todo silencio colgado de todos lados como telas de arañas oxidadas y cansadas. Me siento en algún sillón sucio que bufa ante mi cuerpo y luego vuelve el silencio que me cubre con su manto. Y me permito que a mi cabeza vengan ecos lejanos de buenos tiempos que hoy son ancianos y la dulce alegría dela nostalgia abre con luz las penumbras y los colores pintan este mundo que fue feliz y hoy es olvidado. Pero no se trata de escribir acá. Se trata de escribir como una necesidad. Escribir es un exorcismo. Es sacar demonios de adentro para ir liviano. Y por ello he venido de vuelta a este espacio olvidado. Para escribir para mí y no para el de al lado. Es diario es una botella arrojada a un mar profundo, un mensaje con plomada. Algún ser abisal, si tiene luz, leerá esto y estallará a carcajadas fosforescentes. Hoy sube el dólar y estos intentos de letras van a la deriva en una corriente oceánica profunda. Detesto las superficies.