viernes, 20 de octubre de 2023

MAZINDOLIA

 En el país de Mazindolia la tradición de la sabiduría se realiza en forma inversa. Son los recién nacidos quienes relatan fábulas y cuentos a los más ancianos en un lenguaje que prescinde de la palabra hablada y recurre a la mirada. Quienes están más cerca de partir vuelven a aprender acerca de los corazones puros y la mirada limpia, de los viejos amigos imaginarios y los muñecos de apego, de las amistades sin prejuicios y de las sonrisas prodigadas sin esfuerzo, de cuando los enojos eran tormentas de verano que se sucedían de inmediato con alegrías que no tenían techo. Las historias de los recién venidos les hablan a los viejos de cuando eran buenos y desnudos de prejuicios, de cuando tenían cien formas de decir las cosas y cien formas de conectar los puntos de universo hasta que las obligaciones y las prisas de este mundo los obligaron a olvidar.


En el poco tiempo que coinciden, esta transmisión de sabidurías se produce una y otra vez. Quienes parten, se van más felices recordando. Quienes vienen, están prontos a olvidar.

lunes, 2 de octubre de 2023

UN SATORI MEZQUINO

 

Rosario, 1° de Octubre de 2023

Querido y remoto amigo: Busco dentro de mí un monasterio solitario. Necesito hallar en sus imaginadas paredes el silencio necesario para poder responderte del modo más sabio posible.

Respiro, cierro los ojos y hallo en mi laberinto mental el deseado monasterio que contiene en su interior mi tan ansiado silencio. Franqueo sus devotas puertas. En ese preciso instante todo se desvanece y vuelvo a encontrarme en mi gris existencia gracias a dos palomas en celo que revolotean en el balcón buscando un lugar para hacer un nido.  ¡Justo en mi balcón! Dicen que son boludas. Yo no lo creo. Las muy ladinas depositan ramitas sobre la butaca que de chiquita usaba mi cuando viajábamos en el auto. Tengo la suerte de vivir en un barrio lleno de fresnos amables y frondosos que podrían elegir a discreción, pero eligen la butaca en desuso, que está en el balcón de MI casa y las desgraciadas van y vienen llevando ramitas, revoloteando, yo ahuyentándolas y buscando mil recursos para que NO vuelvan y sin embargo vuelven tenaces, buscando cumplir su propósito reproductivo.

A la mierda todo, el nido, las palomas, las ramitas y mis ganas de buscar un momento liviano donde fluir en letras que deberían ir a tus ojos como una caricia, pero estas interrupciones solo te propinarían cachetadas en sílabas.

Todo es cumpla de la primavera. No sé por qué se conmemora el comienzo de la primavera. Para mi esta estación no se celebra, se pasa como pasamos la nochebuena, la navidad y el año nuevo. En esta estación todo se hormoniza. Todos quieren garchar con todos. Una orgía total entre el reino animal vegetal y también el inorgánico.  El polen, el viento, las palomas, los picnics, los sanguchitos de miga con hormigas coloradas, el jugo de naranja diluido volcado en el pasto. Todo entra en la mezcladora orgásmica de las flores, las mariposas y, por supuesto las dos putas palomas que piquetean mi búsqueda de serenidad. Odio la primavera.

Dejo que todo se calme. Vuelvo a buscar en un imaginado lugar ese necesario silencio interior que busco oler como un sahumerio importado de Varanasi. Siento que voy por el camino correcto.  Visualizo un enorme Buda de piedra ubicado en un olvidado templo en algún lugar del Asia. Respiro el aire húmedo y admiro el techo de esmeralda que me bendice con su fresca sombra. Adopto la postura de medio loto y, sumergida mi mente en esa paz, mis manos, en este lado corporal, comienza a garrapatear en blancas hojas la respuesta que te merecés.

Empero, en el lado mental, la rueda del dharma se rompe. El silencio, tan perdido y tan recuperado, se astilla en mil pedazos filosos. El Buda imaginario abre los ojos muerto de susto y se hace arena. Mi posición de medio loto se marchita por completo. Mi yo entero nuevamente aquí, atascado, sin fluir y sin poderte responder.

Me trae de vuelta a mi realidad sin luz un coro de libertad que atraviesa el balcón desde la otra manzana, más precisamente, de la comisaría del barrio. Razones de política criminal dispusieron que sus calabozos alojen a los presos evangélicos. Debo tomar nota mental de no intentar buscar lugares imaginados entre las nueve y media y las diez de la noche. A esa hora, de modo religioso y pertinente, los privados de libertad se liberan de sus calabozos a través del canto y la alabanza al todopoderoso. Lejos están esos cantos de los gregorianos y muy cerca de la barra brava de Central Córdoba.  Si la ley del hombre los confinó a unos pocos metros cuadrados por sus pecados, Jesucristo redentor los libera de todo límite para la eternidad postrera. Y ellos cantan a todo pulmón felices y redimidos mientras yo puteo haberme ganado un coitus interruptus en un sorteo en el cual compré todos los números de perdedor.

No tengo por hoy más ganas de imaginarme un lar de paz buscando aquel lugar donde cosechar frutos que no puedo sembrar. Discúlpame el ayuno que te envío y el hambre con que te dejo. Prometo mejores banquetes. 


Tuyo siempre.

 

Mariano