miércoles, 6 de enero de 2021

REFRANES

Desde siempre me gustaron los refranes. Me atraían, quizás, por la asombrosa sabiduría que cabía sintetizada en unas pocas palabras. Solía usarlos en mi lenguaje cotidiano cada vez que la ocasión se presentaba y manejaba -modestia aparte – un amplio repertorio de refranes. 

Pero pasaron cosas…

 Un día publiqué en un grupo de facebook que frecuentaba que andaba perdido “como turco en la neblina”. A la media hora un comentarista me criticó en duros términos argumentando que proferir esa frase evidenciaba mi intolerancia hacia el pueblo turco y, por extensión al pueblo musulmán en una clara demostración de apoyo de mi parte a la masacre del Estado de Israel en Palestina en complicidad con Estados Unidos. Seguidamente a ese comentario siguió con una retahíla de términos menos amables. Me banearon del grupo y mis explicaciones quedaron sepultadas en unos cuantos cientos de insultos de foristas. 

Otra vez, en un cumpleaños, hablando de bueyes perdidos exclamé que “muerto el perro se terminó la rabia”. Una chica que estaba entre los invitados me escuchó. Era férrea defensora de los animales. Me preguntó si me causaba disfrute esa frase. Le contesté que era un refrán. No me escuchó. Se levantó de la silla y empezó a gritarme que la muerte por rabia de un perro es algo horrible y que si alguien debía morirse era yo. De nada valío intentar explicarle que era un simple refrán. El cumpleañero estaba enamorado de la chica y, me invitó a retirarme. Días después sufrí en mi casa un escrache de varias organizaciones animalistas con la chica en cuestión a la cabeza, y con una jauría de pichichos que dejaron en la entrada lo primero y lo segundo. Un pasacalle con mi nombre y número de CUIT con el remate “perricida” y las paredes del edificio llenas de pintadas en con mi nombre y varios insultos. Un autoconvocado enardecido me tiró un dogo argentino con hambre encima, pero lo sacaron a tiempo. El consorcio me cobró expensas extraordinarias al mes siguiente. 

No curado de espanto, un día puse en un twit que “Ojos que no ven corazón que no siente”. Un usuario @ojosquevensiente Faveó el twit, lo retuiteó y se viralizó sorprendentemente. Me llegaron mensajes directos de varias ONG que luchan por los derechos de los no videntes invitándome a participar de sus actividades para que “pueda ver que los no videntes tienen el corazón que a mí me falta”. Dos días después me llegó una carta documento del INADI exigiéndome la retractación de mi afirmación por ser notoriamente discriminatoria y denigrante del colectivo de personas no videntes. Un més después me citaron al Juzgado correccional a una audiencia de imputación de cargos en virtud de la promoción de una acción penal de oficio por el mismo INADI. Nunca pude retractarme porque twitter canceló mi cuenta por la gran cantidad de denuncias que recibió de miles de usuarios indignados.

 Harto de todo publiqué en instagran una foto mía haciendo “fuck you” y puse en el texto “Que no iba a dejar títere con cabeza” Un artista de profesión marionetista se indignó con mi publicación, las cual, obviamente transcendió gracias al muchacho indignado, el cual, ardiendo de rabia, convocó a un evento solidiario en defensa del arte contra los “brujos que quieren volver a nublarnos el camino” publicando mi foto en su propia cuenta, la cual se replicó en otras varias cuentas más hasta replicarse en todas las pancartas del evento convocado en la cuadra donde vivo. 

Hoy en día dificilmente puedo salir a la calle sin que algún artista me tire con las clavas o me quiera partir la guitarra en la cabeza. En casa de herrero, cuchillo de palo.