jueves, 30 de julio de 2020

JERÓNIMO

Sólo puedo decirte que la vida no vuelve atrás y que la mitad del mundo que conocemos es sólo un invento del homo sapiens. Pero estamos acá Jerónimo, hoy es sábado, la tarima sur te espera y sólo queda bailar sobre ella hasta el final. Mañana es franco y el boyero no te espera a que lo corras.

¡Sólo bailar Jerónimo! La tarima trema con tus mocasines y bailar no es un invento. Es una necesidad que el alma olvida con el tiempo.

 Por eso insisto Jerónimo, baila, que el resto de los días vivimos entre las imaginerías que los homo sapiens fuimos construyendo: Las horas, los jornales, el boyero y los recibos de sueldos, el sudor de sol a sol y el atronador mugir de los terneros.

Por eso insisto más Jerónimo, bailar es huir de lo que convinimos en creernos y desaparecer en un ritual que es tan real como sincero. Es sábado, mañana no te espera el boyero. Desaparece bailando Jerónimo. En esta tarima desaparecen los inventos y surge lo que no puede imaginarse: el fuego del cuerpo que consume el alma.

No hace falta nada más. Bailar y bailar el ruido a lata y consumir el séptimo regimiento en esa tarima que es una hoguera de leña en celo.  Desaparece el mundo y sus inventos, y apareces vos, Jerónimo. EL verdadero Jerónimo. No el esclavo del mundo que imaginamos y convenimos creernos para dominar. Ahí estás vos, Jerónimo, real y ardiendo, brillando y desapareciendo sobre esa tarima sur, que es tan real como es tuya.

Mañana no te espera el boyero que es único que te espera en ese mundo imaginado. Y mejor que nadie te espere más. Hoy bailas y eres real, eres un fuego que se va bailando en un cuartetazo que no cesa nunca.