viernes, 26 de junio de 2020

EL LICOR DE LAS VIEJAS REVOLUCIONES

Nuestra banda de sonido quedará marcada en la adolescencia y en la primera juventud. Ese será nuestro marco teórico sonoro. De ahí en más habrá en nuestras orejas un potrero sonoro delimitado por esas músicas que nos marcaron. Cada tanto será poner un pie fuera de esas líneas violando algún límite, pero tarde o temprano volvemos a esa zona de confort inevitablemente. Spinetta, Prince, Nirvana, Los Beatles, Charly, U2, los Guns, y varios temas que me gustan mucho, ese es mi potrero sonoro. 

Y con el tiempo uno se da cuenta que hay muy pocos álbumes que merezcan por sí mismos un pedestal. Y ni hablemos de toda la obra de un artista que ya son palabras mayores. Creo, sin equivocarme, que ese lugar lo tienen Spinetta, Prince, Charly. No puedo decir de ellos que no hay un solo disco a los cuales no volvería una y otra vez y me los llevaría al destierro si me dieran a elegir. 

Del resto de las cosas que escucho me gustan temas sueltos y sobre ellos vuelve la púa de mi tocadiscos mental una y otra vez a sus surcos. 

José Ingenieros dijo en algún libro que a medida que crecemos, nos vamos volviendo más conservadores y vamos dejando nuestras revoluciones en un anaquel polvoriento. Y algo de eso pasa con la música y con los libros. Ya no nos va interesando leer cosas nuevas, sino releer lo que olvidamos, como un necesario ejercicio de mayéutica que permita reencontrarnos con nosotros mismos. A saborear el licor de nuestras olvidadas revoluciones olvidadas en ese anaquel que mencioné antes. 

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