sábado, 21 de noviembre de 2009

LA ENARMONÍA DE LA FORTUNA

Soy de aquellos que viven soñando con ganar el quini seis o el gordo de navidad, y también soy de aquellos que cada muerte de obispo juegan algún cobre a alguno de esos juegos de azar. Ergo, vivo soñando que seré millonario aunque jamás mueva un pelo por apostar un trocito de mi patrimonio tentando a la suerte. Nada de eso me permite seguir soñando que alguna vez ganaré, y sin apostar un solo peso. Y así, algún día, en uno de esos asados de gala que organizan los del club de ganadores del quini seis me regodearé diciéndoles: "Je....pero yo no puse ni un sope no puse... je!" - mientras prendo un puro con un billete de cien dólares.

Pero a lo que iba es que todo ese mundillo del juego y de la apuesta me es totalmente ajeno y hasta incomprensible, hasta el punto en que no logro entender cómo un tipo, de esos llamados ludópatas, puede ser tan descocado de cambiar por fichas para ruleta el título de propiedad de su casa o de ir a donar sangre o semen para hacerse de unos morlacos para jugarle a la fila de los pares. Me cabe asimilar un drogadependiente, un alcohólico, un agorafóbico, pero un ludópata, más que un enfermo, me parece un reverendo pelotudo.

Nada de ello impide decir que no me agrade visitar ocasionalmente un casino, ahora, que la invencible provincia de Santa Fe tiene en su territorio tres de estos "templos de perdición" conforme los cataloga el Arzobispado (tesis que vuestra eminencia estaría totalmente dispuesta a cambiar por "templos de Jerusalem" en caso de que el 3% de lo ganado en ruletas vayan a parar título de diezmo - ponele) y que en la vecina y panzaverdística provincia de Entre Ríos tengamos otros casinos a mano apenitas cruzando el Paraná.

Me gusta ir al casino a para ver a la gente a la que le gusta ir a al casino a jugar y a pasar el tiempo. Como dije, no intento comprenderlos, pero sí mirarlos y verlos entretenidos horas y horas siendo que a duras penas quien suscribe no soporta pasarse de veinte pesos jugados en una máquina tragamonedas. Quizás algún día hable de lo que veo, de esas caras, de ese afán de quemar la guita, pero lo dejaré para algún entonces....

El sábado pasado conocí el casino de la ciudad de Santa Fe. Ya sabía en cierto modo con lo que me iba a encontrar allí dentro, aunque iba con una cierta intención empírica que logré concretar.

Brian Eno una vez hizo un disco llamado "Music for airports". Resulta que el muchacho, alguna vez se le ocurrió hacer música ambient que sería ideal para los aeropuertos, lo hizo analizando las frecuencias de los ruidos que surgen en las salas de esperas, etcétera.

¿A qué viene todo esto? A esto: Estar en el sector de las máquinas tragamonedas, no se si alguno que fue a un casino se percató, tiene una música maravillosa. Cientos de máquinas, cada una con su ruidito, todas funcionando al mismo tiempo, logran una armonía capaz de mover las esferas celestes. Uno tiene la sensación paradójica de estar sumergido en una ceremonia religiosa. Paradójica por que si algo no hay en el casino es una sensación religiosa ni mística, salvo que se tenga por mística la esperanza de ganar unos pesos de más. Así que por un rato, en medio de una procesión de virtuosos embotados pellizcadores de suerte, cerré los ojos y me dejé llevar por una sinfonía universal de máquinas tragamonedas.

Y ahora me pienso y me digo que si John Cage hizo una obra musical totalmente hecha de silencios, yo voy a presentar una sinfonía hecha a partir de treinta mil máquinas tragamonedas sonando al unísono. La obra musical se llamará "Cincuenta mangos da capo al fine". La ejecución comenzará al unísono con treinta mil personas, una en cada máquina tragamonedas, cada una de ella contará con la suma de cincuenta pesos iniciales para apostar, la obra terminará solamente cuando el último de todos los músicos haya llegado al valor cero, por lo cual la duración de la obra quedaría totalmente librada al azar. El músico que lo desee podrá concluir parte de su ejecución en cualquier momento, cuando éste considere que ha ganado un buen dinero. Cuando el último jugador termine su juego o quede en cero, la obra concluirá. Demás está decir que lo supuestamente ganado quedará en lo ficticio o bien podría ser que, con el adecuado financiamiento, se pudiera hacer alguna recaudación a beneficio de algo importante y serio. Y no sería descabellado hacer interpretaciones de obras similares en los casinos más importantes de todo el mundo.

Y así, el arte, tentando al azar, lograría otra nueva forma de manifestación. Si Hermeto Pascoal dice que con todo se puede hacer música y que "no toca el que no quiere". ¿Por qué no hacer música de esta manera?

0 comentarios: