martes, 27 de diciembre de 2022

18 de diciembre


Se torna difícil ver el mundo sin el cristal del campeonato mundial. Por una sola vez los argentinos nos vemos unidos en una causa común y disfrutamos la felicidad que produce. No obstante ese halo de alegría lentamente disminuye y volvemos a la realidad. No fueron pocos los que clamaban por una versión expandida del mundial o un mundial eterno que no termine nunca con infinitas copas por ganar o por perder. Lo importante en todo caso es que la droga del mundial nunca termine. Y es que el campeonato operó como un opiáceo demasiado rico como para poder dejar de consumirlo. Después de muchos años le vimos la cara a Dios y nos alzamos con el oro prístino del trofeo más preciado. Un orgasmo nacional trabajado por 11 atletas a puro coraje. La argentina acabó. El jolgorio, la gloria, el festejo más grande del mundo. La serenidas de una cúspide futbolística asegurada por un cuatrienio. Ponerse en bolas en en la playa. Tomar un fernet en una botella recortada acompañados de triples de miga. Un reino ajeno que sentimos propio es un país democrático. Así es el ideal del campeón colectivo del mundo. Pero el mundo, campeón, sigue rodando. El fernet, los sanguches terminan, el pudor hace su magia y las vacaciones se terminan. La reposera al baúl del micro y a volver a casa y a tu trabajo del orto.

Por suerte empieza la liga profesional de fútbol y siempre hay un campeonato en europa. Pero eso es como intentar tapar la falta de merluza con flores. Necesitamos un campeonato del mundo ya. La realidad se torna insoportable. El jefe infumable. La guita que se licúa. El auto que necesita un service y los cortes de luz programados. Uno daría cualquier cosa por un Canadá Senegal en fase de grupos. Hay que esperar cuatro años. Mientras tanto flores de campeonatos criollos de cualquier cosa. Tocar el cielo con las manos se vuelva cada vez más difícil. S i sos de Boca o de Ríver, es más fácil conseguir un polvito aliciente arriba de un escritorio. El resto puede, pero hay que trabajarlo un poco más. Los escritorios salen mucha plata y no siempre hay para el telo.

Por cosas así el mundo está triste cuando no hay fútbol, cuando el césped extraña la pelota. En ese duermevela la gente se entretiene con las internas de los clubes, el mercado de pases, los posibles refuerzos, cosas que con como las papitas o los chizitos de los cumpleañitos. Alicientes que ni por puta llegan a ser el dulce almíbar que el fútbol rezuma desde su existir.

El 18 de diciembre hemos probado en masa un manjar mezquino y lo seguismo saboreando. Lentamente el sabor se difumina hasta queda sólo su recuerdo. Nos va a quedar hambre de más de eso. Miremos videítos y leamos cosas hasta que no quede lágrima por largar porque no sabemos cúando se repetirá otra vez el plato.



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