sábado, 14 de agosto de 2021

CUENTO ZEN 1

 A la primera luz de la mañana el maestro Torobuchi se encuentra sentado en la lisa piedra contemplando los rayos del sol en la sonrisa de Buda. Sentado enfrente se encuentra su discípulo, el párvulo Mikado, presto a recibir como un papel secante, las nutritivas enseñanzas del maestro.


-Veremos, joven Mikado, si has practicado la plena presencia. Anda, cuéntame detalladamente acerca de ese recital de flauta que hemos visto anoche.


- Maestro. ¡ Todo lo recuerdo! El sereno fluir de las notas. Los labios de la ejecutante. Eran rosas y frescos como las flores de sakura. Su quimono púpura con grandes ruiseñores rojos y dorados y su pelo negro como el barro en el que crece el loto. La melodía, maestro, esa melodía, que me arrancó lágrimas y suspiros desde el principio hasta su fin. El aire cálido, la tenue luz de las velas, la flauta de bambú y la sonrisa de Buda que todo lo ilumina. Su serena atención a la melodía y su cara de pacer desaparecer en cada nota que se esfumaba en el aire, pero que impactaba en en el ser. Y me recuerdo filmar todo eso con el celular maestro, ejerciendo la total presencia del momento presente.


- Mikado, joven educando, no has aprendido nada del estar presente anoche por que ni siquiera estuviste allí. Has mirando como un zopenco durante dos horas la pantalla de tu celular procurando filmar bien algo que no has visto con tus propios ojos. Nunca estuviste presente para el momento del recital. Estuviste presente para mirar como un paspado tu celular. Si no miras con tus ojos, no miras, solo registra lo que luego olvidarás. Y ahora vé a preparar el desayuno.


-Si Maestro.

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