El siguiente es un párrafo de un libro
que leí en pedo a través de un sueño que tuve después de una
larga borrachera hace muchos años atrás. O sea, a ver, que se
entienda, estaba en pedo en el sueño y fuera del sueño. No me hago
cargo de lo que aquí transcribo sea la realidad real de lo que pude
leer, por que como si fuera poco, el libro era una versión traducida
del latín que a su vez vennía de una versión que estaba en griego
y su autor escribía en un dialecto arameo, aparte el libro estaba
mimeografiado medio maleta:
“Desde la ventanilla me pareciera
estar viendo hacia el oeste el cielo del cuadro “El Grito” de
Munch. Los objetos más cercanos del paisaje que se sucede contrastan
son de color negro, siluetas que se definen en el fondo anaranjado
crepuscular. Las luces de sodio de la autopista y de los pueblitos
aledaños son pequeños fuegos que no queman. Nubes altas como
cerúleos vampiros aletean imperceptiblemente y parecieran caer sobre
la tierra como si ésta fuera el cuello de un gigante dormido. Un
mundo se duerme y otro mundo nace. Esta es la hora en que la
transformación explota. Se duerme y se despierta. Se despierta y se
duerme. Así, incesantemente, como siempre. Quiero ver a un cerdo
volar a la deriva. Quiero ser un cerdo sin rumbo viajando a algún
lugar. Lo peor que nos puede pasar es quedarnos estancados en un
lugar. Solo nos salva tener adónde ir. Solo nos salva la libertad.
Eso de tener un norte, un camino, es puro rigor. Y quiero esa
libertad de cerdo, esa libertad de patitas cortas sobrecargadas de
acarrear tocino que pesa al esqueleto. Hoy digo: Esta es mi libertad,
y mi libertad es romper la brújula y escupir el Norte que las
convenciones sociales nos imponen, chau planificaciones, chau
proyectos, solo la libertad de no saber adonde ir, a la orilla del
mar, a la boca de un volcán, a un abismo o al espacio exterior. La
libertad es no tener que volver al mismo lugar. Hoy, el cerdito que
soy, pisa el acelerador, y no le interesan esos guiñes de los autos
de adelante ni las balizas que advierten.”