viernes, 28 de enero de 2011

CRONICAS DEL VIAJERO - EPISODIO 2

Guamán, el poseyente, está sosegado por el momento, escribo yo, aún poseído pero en plena libertad de facultades y es entonces que aprovecho la entrega a los brazos de Morfeo de Guamán para continuar mi crónica a través de las vivencias de Guamán quien no me dejó ser yo mientras merodeaba por aquellos lares de historia, puna y altura, relamiéndose de su carnal vida pasada, yo, quien hoy escribe, fui simplemente el sujeto - instrumento de admiración de tanta belleza serenidad junta que sirvió al noble, histórico, y pretérito escriba. Prosigo entonces, con esta crónica de cronista doble:

Ya pasada la capital del Jardín de la República, se sucedieron otros puntos de parada, Metán, Rosario de la Frontera, bellas ciudades dispersas en la provincia de Salta, bordeadas de una autovía pulcra y sinuosa bordeada de frondoso verde y colorada tierra. Ya parando en Güemes la ya mencionada hermanita con aliento a féretro se bajó en esa localidad, cuestión que a Guamán no le importó en demasía puesto que ya antes, al salir de Tucumán, obligó al cuerpo del kronista a cambiarse a un asiento vacío con la diplomática excusa de "sacar fotos" - cuando en realidad debía decirse "desesperación" por escapar del mal aliento".

El viaje, de no ser por una milagrosa pastillita que induce al sueño - fue la única forma de evitar que Guamán altere el sueño del kronista quien ya era proclive al sueño liviano - hubiera resultado harto agotador, mas, con pastilla y todo y siendo el mediodía las hora de traste aplastado se hacían sentir y el ansia de saberse cerca de destino alteraba las ontologías de cronista y kronista y fue en un momento en que la ciudad de Salta, en el valle de Lerma, surgió en toda su lindura vista desde las alturas del cerro que llevaba a sus entrañas mismas, un disciplinado entramado blanco de caserío y callejuelas visto desde lo alto era una red que invitaba a ser atrapado por su belleza. Más bajando se podía ver el lento ir y venir de las cabinas del teleférico que llevaban a la punta del cerro San Bernardo. Salta La linda ya se hacía sentir. Bajamos en la terminal y con el matambre arrollado sobre la espalda merodeamos un poco la estación terminal sin saber para qué carajo lo hacíamos y finalmente fuimos a tomar un remis rumbo al hostel que previamente se había reservado. Entonces ya subidos en el vehiculo ordenamos al chofer ir a "Calle Güemes ..." a lo que el chofer responde: "Pero..¿qué Güemes?" Acá TODO es Güemes, es como si dijeras Saravia, aca todo es Güemes" Sorprendido por esa revelación tuve que acotar que me refería a la calle General Güemes y entonces si, el chofer supo adonde ir. Por supuesto que en el camino volvió a hacerme exactamente las mismas recomendaciones que el enanito de Rafaela (ver krónica anterior) por lo cual supe que el duende nos tiró buena data en aquel momento. Llegados al hostel, muy bonito y acorde con la descripción vía web, el Kronista se instala y Guamán lo punza para salir a living la vida loca por Salta la linda. Organizados los bártulos salieron a recorrer las calles céntricas de Salta, poblada de resabios coloniales en su arquitectura y en su conformación social, admiramos su plaza central poblada de naranjos y palomas, sus hermosas recovas en derredor, sus iglesias y catedrales de barrocos motivos. Necesitábamos quien nos ayude a mirar tanta arquitectura por todos lados... buscamos primeramente la Basílica de San Francísco de Asís, de escarlata y oro, gallarda entre las calles de la ciudad, mas el hambre acuciaba luego de un viaje arduo y fuimos a uno de los restaurantes céntricos a degustar un lomito con fritas y cerveza,eso en la medida que las palomas nos combatían por arrebatarnos mendrugos lo que sea, cuestión a las que accedimos luego de comer nuestro plato. Las palomas parecía piqueteras dispuestas a usurparnos la mesa exigiéndonos más de lo que les podíamos dar que era bien poco a esa altura. Nos fuimos y dimos vueltas por la plaza sacando fotos y fotos, merodeamos bajo las recovas los negocios plagados de artículos regionales, aguayos, platería y alpaca. Y así yendo nos encontramos con el museo de alta montaña, el cual nos había sido recomendado por otros viajeros. Accedimos al museo y fue como acceder a una heladera gigantesca, puedo que la refrigeración del lugar era imprescindible para mantener adecuadamente a las momias de los niños traídos del volcán Lullaillaco, lo cual, sumado al atuendo veraniego del kronista hacía que la visita al museo hiciera sentir a cualquiera como un comestible refrigerado. Comenzamos a mirar las estatuitas de oro, llamas de piedra, chuspas, alfarería funeraria cuando en un momento algo molesto acosó al cronista: ¿Donde estaba la llave del locker del hostel? Sumidos en la admiración de las piezas de museo nos dimos cuenta de ese faltante, optamos sigilosamente por revisar la riñonera mas el sigilo, en un lugar en penumbras y cámaras de seguridad y guardas no era de todas maneras una opción prudente. No quedó otra que aguantarse la incertidumbre hasta salir del museo, observar toda la muestra, incluída la momia de la "Niña del Rayo" que parecía de momento tener la posta de dónde estaba la llavecita, pero tenía cara de desentendida. Al salir del lugar el kronista metió los dedos en todos los rincones de la riñonera, pero... nada. Al salir del museo volvimos al bar donde habíamos almorzado, mas no había ningún rastro de la llave, comenzábamos a sospechar de la vendetta de la paloma, pero como las palomas son todas iguales nos resignamos. Volvimos al hostel pensando estrategias a lo Mc Giver para solucionar el incordio, mas fue entrar y ver que el candado del locker estaba con la llavecita puesta... un alivio y una exención de cargos para la momia y la paloma y un veredicto irrefutable de la propia pelotudez. Nos fuimos a dormir un rato. Aliviados y embotados de tanto viaje y nerviosismo mala leche.

FIN DE LA SEGUNDA PARTE

martes, 18 de enero de 2011

CRONICAS DEL VIAJERO - EPISODIO 1

Aconteció que al kronista se le adentró el espíritu de Guamán Poma de Ayala y decidió emprenderla en solitario por aquellos viejos lares que otrora fueran del Virreynato del Alto Perú. Y así fue que, no existiendo exorcismo posible que expulsara a Guamán del litoraleño escriba no tuvo este otra alternativa posible - ni quiso que la haya - que meterle nomás para aquellos lares. Los tiempos pasan, pero los caminos quedan, ya no hay fieras que acechan con sus zarpas ávidas de hemoglobina, ni malones al grito de "matandu huinca", las rutas de tierra hoy son caminos pavimentados y aquellas carretas de poco engrasados ejes hoy son reemplazadas por buses semicama. En el caso que a esta crónica ocupa, un Nueva Chevallier. Y aconteció que, estando prevista la partida del poseído para las veinte horas del día del señor del 17 de enero de 2011, el susodicho ómnibus tardó una hora más de lo previsto por motivos llamativamente ignotos que exasperaban la ya amplia ansiedad de kronista y poseído. Alrededor de ambos dos que son uno, un gordo señor con blondas y extranjeras mochileras, miraba la caída del sol y desde allí intuía el arribo del ómnibus, con tanta poca suerte que, de haber jugado a la quiniela, la hubiera tenido más. Entretanto, dos muchachos compraban a un vendedor ambulante, dos perfumes falsoimportados convencidos de que con ellos olerían bien. Pero finalmente, siendo las veintiuna horas del mismo día, llegó el ómnibus para beneplácito de todos, sobre todo de una tucumana que no paraba de florear su verba sobre recomendaciones turísticas. Ya depositado el gigantesco matambre arrollado que portaba en sus espaldas y que se conoce más bien como "mochila" o "chuspón" en términos mas propios de la zona de visitas, se subieron al ómnibus con una gran incógnita propia de todo viajante: saber quién sería el acompañante de turno, siempre rogando, claro está, que sea una bella y empática dama, mas los ruegos fueron escuchados o defecto o en exceso puesto que nos tocó una monja que se pasó el resto del viaje envuelta, además de su hábito, en infinidad de toallas y tomando una bebida gaseosa cada media hora. Insiste Guamán en aclarar a través de mi, o sea, el kronista, que la monja tenía un aliento a camposanto abandonado que alteraba el universo. Recalando en Rafaela, el kronista, acudiando por el hambre, sale eyectado del autobús rumbo a combrar algo que lo sacie, consideró conveniente y prudente un par de medialunas con jamón y queso más secas que la misma Puna, a las cuales bajó por su garguero con vasitos de agua que previsoramente había puesto en su termo de acero inolvidable. En plena faena de masticación se hallaba cuando percibe que una señorita agradable a los sentidos se pose en el asiento del lado opuesto, y nota, pero sin mirar, que un cuerpecito humano, pero de niño se sienta en el asiento del medio, pensando el kronista, justamente, que se trataba de un niño, mas cuando presta atención y nota la botella de medio litro de cerveza constata que se traba de un enano a quien denominaremos en honor a Silvio Rodríguez y su canción - el reparador de sueños- Y resultó ser salteño el enanito y comentó al kronista de las numerosas posibilidades que ofrece la noche salteña y decía el enanito que todo debía hacerse de noche, ir al cerro de noche, ir a la balcarce de noche, ir al parque de noche, y un largo etcétera. En un momento se sospechó de esa recomendación de hacer "todo a la noche". No iba a ser cosa que el enano oficie de Curupí o de Sátiro por las zonas del cerro San Bernardo. Deglutidas las medialunas, el postre fue un tofi con dulce de leche y medio tranquinal para dormir bien, lo que se logró hasta Santiago del Estero mirando un poco del Misky Mayu y luego, hasta San Miguel de Tucumán el viaje fue un duermevelas sumido en una nebulosa que no se describe con palabras de este mundo. Guamán, el poseyente, ya se relamía de placer por estar en sus terruños otra vez.

FIN DE LA PRIMERA PARTE



sábado, 15 de enero de 2011

APUNTANDO

Una sensación que tuve a lo largo de mi vida estuvo relacionada con la práctica de los deportes: la sensación de estar a punto de convertir el tanto. No se trataba de que no se convertía o se erraba. Ambas cosas sucedían, como en todos los intentos. Mas lo que siempre noté fue que la mayoría de los intentos siempre fueron en el casi, en el borde, en el palo, por apenitas. Fue hoy que, pateando penales con mi sobrino es que reflexioné sobre ello, en realidad reflexioné y junté ganas para escribir sobre el tema por que la reflexión de la sensación me acompaña desde más atrás. Me pregunté entonces sobre qué es lo que necesito hacer para transformar el "casi" en un "acierto". Y pensé en que gran parte de la cuestión consiste en enfocar mejor. En efecto, a veces desviamos el objetivo verdadero hacia sus límites o adyacencias, a veces por miedo, a veces simplemente por no animarnos a querer convertir o por que no nos interesa demasiado el objetivo. Soy de los que piensan que cosas como estas, tan cotidianas, nos hablan de nuestro propio universo encerrado en esa carne y en esos huesitos que retienen nuestras almas en estos lares terrestres, en síntesis, esto de estar siempre a punto de es un reflejo de mi propia existencia. Unos tiros al arco que a veces entran, a veces van afuera y muchos de ellos casi entran creo que reflejan un poco que necesito enfocar mas y tener como objetivo el campo delimitado entre los palos y no los palos mismos, y para lograr eso es necesario seguir pateando, definir adonde patear y saber si es a ese arco al que se quiere patear. En mi caso se trata de enfocar, enfocar y enfocar y patear, patear y patear, y para eso hace falta disciplina y esfuerzo, y la disciplina y el esfuerzo requieren siempre un grado de renuncia. Bueno, de eso se trata. Seguiré pateando pero enfocando con la mente y el corazón.

martes, 4 de enero de 2011

GAUDI ERA ARGENTINO

Una versión tercermundista y latinoamericana de la barcelonesa y catalana casa Batlló. Sin saber de quién era esta morada le saqué las fotos que pueden ver. Después de saber de quién es esta casa no me sorprende que el gran poeta, fundador de barrios, hombre de radio, portero de escuela primaria y ex boy scout R.O.G. Sólo él podía tener una casa como esta. Un zafiro radiante en medio de la aburrida arquitectura de Esperanza. Un zafiro, si, pero de fantasía.

Un indio araucano que va a ensartar Los Piojos
Unas manitos que indican el norte, quizás por eso que dicen que el viento norte trae locura y que en algún modo justifican la fachada.
La sirenita toma el sol muy pancha mientras una mata florida amenaza tocarle la cola.-
Un montículo desde el cual surge una mata indescifrable y el conjunto arquitectónico en todo su esplendor.-

domingo, 2 de enero de 2011

LA GENTE DELICADA CON LAS COMIDAS

Usted se reúne con un un grupo amigos o conocidos a comer con la excusa de charlar y así pasar un rato. No olvidar, en este país no nos juntamos a charlar, nos juntamos a comer y, si se puede, charlar y pasar un momento lo más agradable que se pueda. Pongamos que llega el momento de elegir un menú, generalmente hay dos líneas a seguir, o cada comensal elige algo de su agrado o bien deciden por optar por una sola cosa para todos los comensales, una pizza, una picada, por poner dos ejemplos. Ilustremos el tópico con la primera línea, cada uno se pide algo de su agrado. Dentro del grupo tendremos a Fulano que se pidió unos "Sorrentinos Charles Bronson" con una salta "stiletto", por supuesto, más seducido con el nombre que por los ingredientes que puedan contener. Llegados los canelones y puestos frente a él para ser degustados, Fulano comienza a escarbar los canelones para ver qué tienen adentro, mientras revisa, pregunta qué son esos "pedacitos violetas medio duritos" y los mira con desconfianza como si se trataren de porotos de curare o alguna ignota hierba amazónica asesina. Frunce el ceño con temor al oler la salsa que los cubre, algo un poco más penetrante que el pesto de la nona pero con el color de la sangre que las balas y los puños de Charles Bronson derramaba sobre la arena del desierto, si, ese es el color de la salsa: sangre derramada sobre la arena del desierto y tal es el espesor de dicha salsa bañando esos canelones de porciones generosas. En conclusión, el Fulano come medio canelón de su pedido y se pasa el resto del ágape bajándose las paneras y, a lo sumo, se pedirá un postre para no llegar muerto de hambre a su casa, los peores, directamente, después del ágape, se van a comer a un fast food o hacerse un sandwich de pan lactal.

Yendo a la segunda línea posible, el grupo de comensales decide pedir una sola cosa en común, pongámosle, un guiso de lentejas. Al llegar los platos humeantes o la marmita para que cada uno se sirva, Fulano revolverá en su plato analizando los componentes del guiso con ojo minucioso y con suma cautela, invadirá con preguntas al resto de los hambrientos compañeros con preguntas tales como ¿sabés qué es esto? o exclamaciones del tipo ¡Ay, esto no me gusta! descalificando un pedacito de algo que quizás jamás probó y ni siquiera sabe si le gusta ni se gasta en conocer qué es, o al menos probarlo. Entonces, usted verá que al costadito del plato de Fulano habrá un monton de trocitos de ingredientes que, más por ignorancia que por real conocimiento de qué es y si le agrada o no, son discriminados del resto menos sospechoso y más fiable.

Desde estas líneas, quien suscribe, descalifica a esa categoría de ñañosos y miserables que son capaces de cagarse de hambre o despreciar una comida hecha con amor por el solo hecho de una desconfianza prejuiciosa. Lo mismo pienso de los que antes que aprovechar un resto de comida lo tiran, sin aprovecharlo para otra oportunidad. Sobre todo pensando que día a día un montón de gente se muere de hambre, otros dejan de lado todo un menú que, quienes los que somos inmnunes a sutilezas tales como un color extraño un olor medio rarito, o un sabor que no por exótico prohíbe comer el alimento, devoramos ansiosamente sin miramientos y sin piedad. Y creemos que esta delicadeza y prejuzgamiento no es sino una consecuencia perjudicial de una sociedad de consumo que nos lleva a esta clase de actitudes irreflexivas por su excesiva reflexión. Quede claro por demás, que los gustos de cada persona son respetables, pero cuando una mínima sutileza implica descartar el resto del producto hasta el desprecio del todo, no puedo sino repudiar actitudes. Cabría preguntarse si un curso de supervivencia, donde lo que hay siempre es lo mejor que puede haber en tanto es lo único que hay abriría un poco más la cabeza a estos cabezas huecas que ignoran que su actitud es un menosprecio hacia el que quizás no tenga muchas opciones para elegir a la hora de tener un alimento.