jueves, 25 de febrero de 2010

BREAK

"Acepto el desierto, pero también sus oasis"...


miércoles, 17 de febrero de 2010

EN LA JUNTA DE CALIFICACIONES

Extraído de la vida mismita, lo escribí rápido, sin indicar acciones, pero los diálogos fueron tal cuales los transcribo:

(…)

- Ay, Memi, pero mirá que chico inteligente y canchero…. Yo no sabía…. Mirá Memi… si vos apretás la tecla inicial del nombre de la materia la encontrás más rápido que como hacemos nosotras con el mouse.

- ¡Qué bueno, pero decime vos si el programador no es un reverendo pelotudo, hizo el programa como el culo! Cuando tipeás el documento te borra el primer número y tenés que tipearlo todo de vuelta.

- Si, me cago en la puta, yo ya le dije a Maria Azucena, pero no nos da ni cinco de pelota la flaca. Ay, nene, disculpá que sea boca sucia, pero si no puteás un poco acá adentro terminás loca. ¿Por qué hicieron el programa así?

- No, yo si tengo al programador acá lo cuelgo de las pelotas en el mástil de la bandera.

- No se haga problema…yo también puteo…. Hace bien putear. Siempre pasa lo mismo con los programadores, no tienen en cuenta detalles que complican la labor, o hacen las cosas pensando en lo que ellos quieren y no en lo que los otros necesitan.

- No, pero es un salame potenciado..

- ¿Tomás mate querido?

- Si, amargo.

- Memi, dale un matecito.

- Está media fría el agua. Tomá Mariano, el último.

- Bueno sigo explicándote. Entonces agarramos y le cargamos la antigüedad y después los antecedentes. Armate de paciencia porque sino… encima toda esta porquería está en Linux que te enferma…

- No se preocupe, me las arreglo de alguna manera… no sé nada de Linux, pero esto es carga de datos, nada mas.

- Pero si, si vos estas canchero con esto. Igualmente querido, vos preguntame lo que quieras, a mí o a Memi.

- Bueno señora.

- ¡Por favor, decime Betty! ¿Memi, ya evaluaste esas carpetas?

- No me dan más los ojos, creo que me voy a ir a la escuela y después a descansar este cuerpito.

- Ay, si, porque no podés estar sin tus alumnos..naaaa yo me voy a casa que el gordo me está esperando, recién me mandó un mensaje de texto pobre. ¿Qué día es hoy?

- Miércoles.

- Ah, entonces está abierta la rotisería. ¡Me agarraron unas ganas de comer pollo asado! Salgo de acá y me voy a comprar un pollito a la rotisería. Lo hacen de rico.
- Dejá de hablar de comida que me das hambre.

- Nene, en el cajón a tu derecha hay galletitas. Dale, comé así las terminamos.
- Gracias, después me sirvo algunas.

- Dale, agarrá, servite unas cuantas. Es que la boluda que hizo esta carpeta hizo todo mal y me agarró ansiedad. Hum ñompf ñompf ñompf, crunch crunch, voy a engordar si sigo así…

- Gracias, en serio, estoy satisfecho.

- ¿Cómo vas con la carga? ñompf ñompf ñompf

- Bien, bien, ya le agarré la mano. Cualquier cosa le pregunto.

- Bueno, terminá de psar esa carpetita y nos vamos de acá que sino el portero nos deja adentro.ñompf ñompf ñompf. Mañana seguimos.

(…)

jueves, 11 de febrero de 2010

LAMENTOS DE UN FILOSOFO

He allí toda mi absurda filosofía, un cúmulo de densos volúmenes apergaminados en los anaqueles de roble. Miles de hojas escritas por mi mano derecha ya avejentada y dolorida. En el escritorio duerme ya por siempre mi pluma marchita de tintas resecas que recorrió esas hojas raspando su blancura con trazo de noche y tinieblas. He allí, repito, mi perfecto sistema de pensamiento que algún día será perfectamente refutado, eso siempre fue así y no lo podré evitar. Toda la historia de la filosofía ha sido siempre un juego de pretenciosos queriendo tener la razón, yo me incluyo entre ellos, ya es tarde para mi ser otro distinto. He allí mi gloria durmiendo en el polvo que se acumula sobre sus hojas, mi inmortalidad, mi medio para trascender más allá de mis carnes cuando ellas ya sean abono de la tierra y de sus flores.

Descritas en esas hojas están mis horas mirando las estrellas y el ondear de los cipreses susurrantes en el viento, mis monólogos de loco enfático sentado en la fuente circular del cementerio, el tañer del laúd en los ocasos anaranjados, mis ojos extraviados en un punto que nadie veía, en un detalle que lo contenía todo, en una clave que abría las puertas que nadie quiso profanar. Nada escapó a mis devaneos, mi pluma no perdonaba la indiferencia a lo distinto, a eso distinto que yo veía y que ahora todos podrán ver al leer mi obra de aquí en adelante.

Todo lo que he pensado y sostenido esta en esos libros, solemnes y respetuosos, cada verbo en su justo lugar, el adjetivo irremplazable, el adverbio sutil, sujetos diversos, predicados desparramados. Podrán mirar allí mis garabateos apasionados en la hoja, escupiendo las ideas de fuego que dentro de mi mente copulaban entre si lujuriosamente dando a luz a otras ideas nuevas. Esas ideas, que yo pretendía que todo lo expliquen, las fui hilvanando desde mi juventud con paciencia en un solo cuerpo, en una sola teoría que me identificara de ahora y para siempre. Toda mi vida le dediqué a ella, fui su amante más fiel y celoso, su ángel guardián, su padre. Ahora ella es mi madre, la que me dará a luz en el futuro... Hela allí, ocupando su lugar, esperando ser leída por alguien más aparte de mí.

Y ahora, cuando todo lo he dado por concluido, que todo lo pude unir irrefutablemente de tal modo que ni siquiera yo puedo deshacer mis propios criterios le digo a todos esos vanos libros:

¡Por qué ustedes, mis ideas, no me explican este dolor!

viernes, 5 de febrero de 2010

JAZZ DE HONGOS

Adentro del bar ya no pasaba nada interesante. Los borrachos más iracundos ahora lloraban abrazados arrodillados sobre el paño verde de la mesa de pool. Inconsciente, un tercer beodo yacía desmayado en el suelo, a su lado, un taco de billar partido en dos indicaba que se había partido en el cráneo del susodicho. Otra gente yacía dormida en las sillas, otros balbuceaban tonteras que no se entendían y otros, con mala suerte intentaban pedir una copa más, pero no podían. Hasta esa hora me entretuve mirando la pelea, más divertida y más gratis que un combate de pugilato. Solo mirando ese cuadro pude soportar la catarata de egocéntricas palabras que una pegajosa damita me derramaba con tal de que la invite a un trago y quizás algo más... si le invitaba otro trago, cosa que no hice, dado que esa mujerzuela adolescente me apetecía menos que el whisky que aquí ofrecen si uno no indica algo en especial. Me levanté del taburete, pagué al mozo lo que le debía de la noche anterior. Suelo quedar debiendo el día presente porque me da placer abonar el pasado. La chiquilina vio que estaba perdiendo la contienda. Cuando gané la calle me preguntó si quería que la viole, que se dejaba gratuitamente. Le manifesté que su consentimiento me lo impedía y puse mi pie izquierdo sobre el pavimento, luego, hice lo mismo con el derecho. Aterrizaba en una nueva y sórdida dimensión de la noche. Me dice a mí mismo susurrando: "Jazz de hongos". Esa fue la imagen que se adhirió a mis sentimientos al ver la noche, al ver el callejón. Se respiraba una podrida humedad de tanque australiano abandonado repleto de verdín. Poco aire, poca vida, irrespirable abulia, olor a queso rancio y a fruta pasada de madura. Hogar de hombres sin hogar. Peatonal de escaparates rotos y vacíos que ofrecen heridas en donde reposar al menos una noche. La música, la música que ni en la más atroz miseria suele faltar. Una trompeta oxidada tocada por un anciano con más años que la injusticia eructaba notas mal digeridas que caían sobre sus zapatos. Un nenito en edad de merecer hacía de un tarro de dulce de leche vacío un tamborcito que tocaba con las palmas de las manos. Un gordo infinito de panza insoslayable hacía de contrabajo escuerzo desde su cómodo somier de bolsas residuales. Susurré otra vez: "Tanta miseria sólo merece la miseria". No quise arruinar ese paisaje perfecto con alguna fortuna. Por toda propina les dejé un escupitajo de nicotina en el sombrero, las monedas, por supuesto, me las llevé. Si no me persiguieron por robarles el botín fue porque, sencillamente, la música los hacía desaparecer de este mundo. No pude evitarme susurrar con el corazón estrujado otra vez: " Jazz de hongos, olor de comadrejas comiendo pollitos gordos". La niña insistió conmigo nuevamente rogándome que la viole, mas hice que no la escuchaba, seguí caminando, la grotesca orquesta me había irritado demasiado, pero no sabía muy íntimamente el por qué. Caminaba tratando de ganar alguna calle que tuviera algo de aburrida cordura. Parecía mentira, pero la ramera adolescente venía corriendo hacia mí, rogándome a gritos dementes que haga lugar a su petición , como si yo fuera un milagroso icono religioso. Seguí caminando pero otra vez me alcanzó y se puso frente a mí arrollándose . No me quedó otra que detenerme. “Una buena oportunidad para prender mi último cigarrillo” - pensé, y lo hice. Adoro cuando pensamiento y acción se sincronizan tan maravillosamente. Ella prendió un paquito que sacó de su culote, le convidé fuego. Al minuto comenzó a decir una y mil boludeces pornográficas, cagándose de risa, mientras desparramaba su menudo cuerpo en un colchón de bolsas de residuos repletas de mugre. Suerte que estaba ocupado en mi cigarrillo, la hubiera estrangulado sino. Para entretenerme un poco di media vuelta y mientras miraba el callejón en perspectiva me puse a delirar. Imaginé que este podrido callejón era una larga y gótica catedral de mugre, que los músicos ejecutaban música sacra sacrílega, que yo era un santo miserable y sordo, un farsante intermediario entre las plegarias de los crédulos y la voluntad de ese dios absurdo e inexistente. Harto habido en la cuenta de que me encontraba harto borracho, la maldije y le rasguñé su rostro pasado de rosca y marihuana. No se que excusa le pondría a su maestra mañana, cuando vaya a la escuela. La noche con sus emociones terminaba. Me fui a dormir a casa, mañana me esperaba mucho trabajo en el concejo deliberante, mañana por la tarde había sesión, pero primero iba a denunciar a esa orquesta por ruidos molestos.