martes, 8 de diciembre de 2009

A LA POSTRE NO FUE UN OVNI, PERO...

El reciente desenlace del caso de la familia desaparecida me quitó la ilusión de que todo, finalmente, fuera obra de los ovnis. Porque si, yo creo que Fabio Zerpa tiene razón, todo lo que no tiene explicación termina en Dios o en los extraterrestres. Oh casualidad... ellos tampoco pueden explicarse aunque muchos creen poder explicarlos a través de la irracionalidad o el fanatismo. Como nadie podía explicar cómo una familia podía desaparecer, comenzaron a explicarlos a través de las ciencias del absurdo o de las excepciones, apareciendo de la noche a la mañana un ejército de patafísicos dispuesto a explicar lo que hoy se explicó como un simple accidente que nadie vio, no pudo ver o no quiso ver. Todo estaba más a la vista de lo que parecía, como aquella famosa carta del famoso cuento de Poe titulado, justamente, "La carta robada" una carta muy importante que, de tan importante nadie lograba dar con ella siendo que ella estaba a la vista de todos, arriba de un escritorio, muy campante y oronda, justamente donde nadie se le ocurriría buscarla. Y los Pomar estuvieron ahí, muertos durante veinticuatro días a la vera de una ruta que tomaban a menudo.

En el caso de los Pomar, la pista y el camino más obvio, más real y mas previsible, es el que ninguno vio, no pudo ver o no quiso ver, dando pie a las explicaciones más colorinches y bochincheras. Por veinticuatro días, los mitos tuvieron asidero para explicar lo que una racionalidad no usada no pudo. Por veinticuatro días, los ovnis existieron, y por eso, Fabio Zerpa tiene razón. O sino que me expliquen cómo no pudieron encontrarlos tan rápido. Mientras tanto, creeré en los ovnis, en las abducciones de sectas místicas, en Nazareno Cruz y el lobo, en el yasí yateré, el curupí, o en una retorcida psiquis colectiva de una familia orgiástica y endogámica. Que, al final son teorías muchos más explicables que explicar cómo no pudieron dar con ellos en el lugar más obvio donde debían encontrarlos.


1 comentarios:

Claudio Eugenio Sassaroli dijo...

La pasión por los OVNI's puede que sea algo característicmente infantil, luego algunos de veras se comprometen en la búsqueda instalando aparatos caseros y antenas, tragándose bibliografía al respecto.
Una pasión alimentada en enorme medida por Hollywood desde la década del 50 del siglo pasado (hasta Plan 9 del espacio sideral... qué bárbaro!); pero es que desde entonces no han parado. Contagiada la curiosidad por las películas, hay personas, por lo general adolescentes, que sí quieren creeer en su existencia mientras la astronomía nos dice matemáticamente que con toda probabilidad existen los extraterrestres pero, o no tienen interés en visitarnos (comprensible hecho), o no pueden hacerlo (a contramano de quienes los suponen tecnológicamente superiores a nosotros, especialmente en materia destrucción (dudo que alguien de afuera nos gane).
Varios documentales señalan que esta fiebre extraterrestre fue alimentada por el cuco yanqui hacia una probable invasión comunista (será más fácil que existan extraterestres antes que los yanquis le pierdan el miedo al ejército rojo, que por otra parte es chino, no islámico y no terrorista).
Y partiendo de las películas de géneros catastrófico (Día de la Independencia) o terrorífico (La Invasión de los exhumadores), en mi adolescencia tuve un tremendo rechazo por la teoría de vida extraterrestre; mis reservas actuales se relacionan con que me niego a creer que los extraterrestres son esos bichos cabezones, viscosos, pelados y de ojos enormes e vidriosos con que la cinematografía y la gráfica análoga nos bombardea. Sin ir lejos, creemos o creímos desde hace siglos en los extraterrestres, cuya identidad no es sino la de los ángeles. Decía una vecina mía que desgraciadamente ha fallecido que nada deberíamos temer de ellos, puesto que al ser superiores a nosotros (la premisa es que lo sean), nos superan por ende en belleza física.
Los interesados en angeología no deliran menos que los fanáticos de OVNI's. Aquí también tengo mis reservas, me resisto un poco al concebir los ángeles como humanoides emplumados, aunque el arte sacro nos muestre majestuosos ángeles dotados de varios pares de alas, armaduras doradas y plateadas que blanden espadas justicieras; tal vez mi afición por la estética medieval me incline a favor de este último género de extraterrestre.
Conservo un par de anécdotas bastante graciosas acerca de la vieja afición por los objetos volantes no identificados junto a mis amigos de la infancia, casi casi las cuento: serviría a sustraerme de la abducción causada por el terrenalísimo Facebook.
;-)