martes, 8 de septiembre de 2009

EL DERECHO DE PISO

Usted, querido lector, supongamos, un día alcanzó la cima de ese Olimpo accesible a duras penas, luego de soportar estoicamente largas colas, microscópicas lecturas de clasificados los días domingos – y los demás también, si puede comprar el diario todos los días, claro – constantes repartijas de curriculums vitae a diestra y siniestra, vía correo postal o electrónico, trajearse para entrevistas, presencia impecable, amplia disponibilidad horaria, no más de treinta y cinco años, experiencia previa, manejo de Word, Excel y Access, rudimentos de inglés, portugués y alemán, etcétera. Si, usted, un día cumplió todos los requisitos y puede gritar “quedé” “me quedé con el puesto“tengo trabajo”. Si, ¡Lo ha logrado! Usted es un empleado, ya es parte de población económicamente activa y un nuevo horizonte de posibilidades se le abrirá de ahora en más.


Y llegamos a su primer día en su flamante puesto de categoría inicial. A partir de allí, usted va descubriendo de a poco el nuevo entorno laboral, observa su lugar de trabajo, su escritorio, su computadora, conoce a sus nuevos compañeros, conoce a su jefe o encargado de área, empezará lentamente a conocer sus funciones, aprenderá la labor que se le ha asignado, con el pasar de los días, ya conoce su horario de antemano y tiene aceptablemente aprendido el reglamento que rige su trabajo, y, por supuesto, su sueldo previamente acordado. Usted dirá “este es el premio a mi perseverancia y tenacidad”. Y tiene razón, usted tiene razón, pero hasta ahí nomás, y le diré por qué…


…porque muchos creen, querido lector, que lo importante es llegar, cruzar la meta, recuperar el aliento, subirse al podio, alzar el bronce que lo glorifica ante la multitud que lo ovaciona e irse a casa a disfrutar de los laureles ganados en algún guiso de su apetencia. Mas no es así en absoluto. Lo importante, mi amigo, es saber mantener el lugar y mantenerse en él con el paso del tiempo. En síntesis “no dormirse en los laureles”. Y si usted cree que haber conseguido un empleo es suficiente mérito para ser digno de ese empleo, entonces le diré: “retírese y a la cucha”, porque usted, en ese lugar que consiguió no es mucho más que una lauchita anoréxica para todos los gordos ratones y las sagaces ratas que los rodean, si usted quiere se parte del queso, deberá ganárselo día a día para que, con el tiempo, usted obligue al que le sigue a ganárselo. Y ahí sale a relucir el no por menos positivizado menos vigente “derecho de piso” que trataremos a continuación:


Diremos para caracterizarlo:


1.- El derecho de piso puede caracterizarse como un impuesto, en tanto y en cuanto es una imposición de ribetes tributarios que va disminuyendo con el transcurso del tiempo en forma inversamente proporcional, a mayor tiempo de permanencia en un puesto, menor derecho de piso que corresponde “pagar” a una persona.


2.- No obstante, también puede verse a este derecho como un premio puesto que uno debe “ganarse” el derecho de piso. Esta acepción hacer ver al este derecho como una especie de torneo en el cual se deben pasar ciertas pruebas para acceder a la titularidad de ese derecho.


3.- Cualquier sea la acepción que se adopte, es evidente que, en algún momento, ya se “pague”, ya se “gane”, el derecho de piso será obtenido y dará derecho a su titular a percibirlo o exigirlo de quien deba tributarlo o ganarlo. Esto, claramente evidenciado en la común expresión: “Yo pagué el derecho de piso, ahora te toca a vos que sos el nuevo.


4.- El derecho de piso JAMAS es ejercido desde un superior jerárquico a uno inferior, puesto que el jefe emite ordene y ejerce sus propios derechos de jefe, a los cuales, el inferior debe subordinarse indefectiblemente. Aquí el jefe ejerce su derecho de jefe y punto. El derecho de piso siempre es exigido por los empleados –compañeros del nuevo – que están en un pie de igualdad jerárquicamente, aunque con mayor antigüedad en el empleo. Como dijimos, el mero transcurso del tiempo, es el que hace nacer en cabeza de los empleados, el derecho a exigir de los más nuevos el “pagar” o “ganar” el derecho de piso.


5.- ¿En qué consiste el derecho de piso? Para responder a esa pregunta me remito a lo que dijo la señora Rosa Elizabeth Quintana en este artículo:


Esta creencia hace que el “nuevo” cumpla ciertos actos de comunión, como pagar el desayuno de los compañeros, invitar a un asado, pero en algunos casos esta costumbre se manifiesta en que tiene que llevar a cabo ciertas tareas de más, porque necesita foguearse, o es quien debe cubrir un imprevisto, ante lo cual no debe protestar porque sino es visto como poco predispuesto al trabajo, al compañerismo, etc.


Como es de verse, las formas de hacer valer el derecho de piso, pueden ser tan múltiples y variopintas como puedan imaginarse, dependiendo del lugar de trabajo, de la clase de trabajo, de los compañeros, de las exigencias del trabajo, de la mayor o menor libertad de movimientos en el empleo, etcétera.


6.- Una vez que se es jefe, sea el rango que sea, pero jefe al fin, el derecho de piso no existe para el jefe, puesto que éste, de ahora en más deberá hacer carrera para ascender. Aunque ya no necesita del reconocimiento de sus pares, puesto que éstos, a lo sumo son también jefes pero de otras áreas que no necesariamente exigirán entre sí, hacer valer el derecho de piso.


7.- Si usted es reacio a pagar el derecho de piso, sufrirá insospechadas consecuencias y crueles penalidades no escritas en ningún lado – al igual que el derecho de piso – que podrán adoptar proporciones semejantes a la cantidad de derecho de piso que hay que pagar en el empleo. Pero la más importante, usted jamás, pero jamás será alguien querido por sus compañeros, a lo sumo, usted podrá ser “tolerado” por ellos, pero tenga bien seguro que, a la primera de cambio, no dudarán en serrucharle el piso a usted, pretencioso hombrecillo que quiso ser igual siendo desigual entre los que lograron ser iguales a fuerza de pagar el derecho de piso. Usted nunca será uno de ellos si no paga lo que tiene que pagar. Y tenga por seguro que se lo harán sentir. Y mucho más si usted tiende a ser el chupamedias y soplón del jefe. Esto lo catalogará directamente de un ser bajo, ruin, despreciable e intolerable, a laca mas abyecta del entorno oficinesco, no tardará mucho tiempo que empiece a padecer males tales como formateos de disco rígido, pérdida de expedientes y potes de miel derramados en el cajón de su escritorio, aparte de que sus biromes se queden sin tinta tan rápidamente.


La gran pregunta es acerca de la justicia o no de este derecho. ¿Es justo que las personas tengan que pagar el derecho de piso? ¿Es justo que tengan que ganárselo? Habrá, si, voces a favor y voces en contra. En mi opinión particular pienso que hay algo que no se discute, el tiempo da privilegios, la antigüedad otorga jerarquía aunque no sea una jerarquía funcional, el tiempo hace ganar o prescribir derechos, el tiempo hace ganar o perder. Como sea, el tiempo no es indiferente a los seres humanos y no puede ser indiferente entre los humanos, entre los más viejos y los más jóvenes. El tiempo de permanecer se hace valer, la experiencia adquirida con el tiempo vale mucho. El tiempo, para bien o para mal, pesa y libera. Creo que el tiempo de permanencia es el gran fundamento del derecho de piso. El tiempo otorga privilegios. Así de simple.


Y de esto deberían aprender todos los cancheritos que buscan cagar más alto de lo que les da el culo. Sépanlo, acá tienen que pagar el derecho de piso.

3 comentarios:

Claudio Eugenio Sassaroli dijo...

En las unidades de trabajo bien organizadas,son las que funcionan correctamente,el nuevo se incorpora al equipo y a su ritmo de actividades,porque se trata de hacer marchar en constante esa unidad de trabajo dentro del área;no debe haber ninguna alteración del regimen productivo.Lo que es enemigo de esta dinámica es un posible sectarismo de trabajadores que han tenido la ilusión de apoderarse del área,independientemente de sus funciones dentro de ella y el conjunto.No es fácil trabajar en equipo,de modo que sólo una sociedad laboral organizada cultiva esa modalidad.Y nadie siente más antipatía,bronca o desprecio por los miserable que los miserables uniformados,los que llegaron antes y los que llevan mucho tiempo en sus puestos.Bueno,ahí no hay equipo.Llevémoslo al fútbol:entra un nuevo jugador al plantel y le hacemos pagar el derecho de piso?como?no pasándole la pelota durante los partidos?obligándolo a robar la pelota durante los partidos a los jugadores del mismo equipo?en detrimento del juego y la victoria?Pues sí,así deben funcionar esas oficinas en que se aplica el derecho de piso.

LocaComoTuMadre dijo...

Es más fàcil de lo que se imagina, laburar en equipo, solo hace falta predisposiciòn, buena onda y ganas.

La moraleja es no ser un nunca un sorete. Lo hicieron con vos? ok, no devolver nunca la pelota. Todo vuelve.

Saludos Don...

A! dijo...

muy bueno!
bien escrito, y bien organizado.
me refiero: hay datos, método y estilo.
yo ahora, luego de seis años en el puesto, y de haber formado parte del consejo administrativo, y haber sido jefe de mi área, sigo "haciendo más" que lo que mi puesto me requiere en muchas ocasiones, porque a veces soluciono cosas que otros no (ya sea que esos otros sean nabos o soretes).
sin embargo: a los nuevos los hago pagar un poco de derecho de piso.
pero no dejándoles de pasar la pelota ni haciendo que se la roben a otros, sino dejándoles el trabajo sucio. las pequeñeces molestas, los mandados, etc.
el derecho de piso... todo un tema. yo preferiría que no haya, pero si no le delegara esas cosas a ellos, las seguiría haciendo yo.
seré sorete, no?