domingo, 31 de mayo de 2009

VIAJECITOS

Para viajar no hace falta hacerse "el viaje". Al menos, a mí me basta caminar o bicicletear por alguna calle de la ciudad que nunca haya recorrido. Lo que si, siempre tiene que tratarse de un lugar nuevo, o de ir al mismo lugar dotado uno mismo de una nueva perspectiva desde la cual abordarlo. Cada primera vez que andes por un lugar ese lugar siempre es un lugar nuevo que, para regocijo, espanto o indiferencia, merece ser descubierto. Más horrible sería decir "no conozco". Pero para conocer, hay que viajar, aunque sea con la mente, y, si se puede, con cuerpo y alma. Pero siempre viajar.


Y considerando eso es que el viernes por la tarde, sin tenerlo anunciado ni previsto, acepté sin titubeos la invitación de mi amigo Rubén para conocer su natal Camilo Aldao, pequeña localidad del sureste cordobés, que cobijó la infancia y adolescencia del escritor Alberto Laiseca. Allí nos embarcamos arriba de un ómnibus de la empresa Monticas, que, como si no tuviera por suficiente soportarla todos los días hábiles laborales de mi vida, lo padecí ese sabado con una oportunísima rotura de nosequécarajo a la altura de la localidad de Zavalla que nos tuvo varados unos cuarenta minutos colectivo arriba sumidos bajo techo en una inenarrable, amorfa y supurante llovizna que las abominables y gibosas nubes destilaban como un licor inmundo (disculpen la adjetivación pero iba leyendo a Lovecraft durante el viaje). Hecho el cambio de ómnibus seguimos viaje, y desde la ventanilla observábamos las vastas cerealeras, bastiones de la agrocracia ambulante en pantagruelicas camionetas de alta gama sojera.

Llegamos cayendo el anochecer, y de allí en más, sólo podré resumir el viaje en comer, dar vueltas en auto, comer, alimentarme, saciarme, tomar, beber, deglutir, catar, saborerar, chupar, morfar. Los salamitos más ricos que paladar alguno haya probado en esta tierra, saladitos, quesos, matambre a la pizza a la parrilla, pimientos asados rellenos con huevo, panceta y queso sardo, choricitos, vacío, ensaladas, pollo al horno, bombones, frutados, madalenas, bananitas dolca y bebestibles de todas las gamas y variedades posibles.

Sábado a la noche, luego de ir a un cumpleaños, por que sí, el motivo del viaje fue ir a cumpleaños del amigo de mi amigo y allí comimos el matambre y los pimientos, a eso de las cinco de la mañana, y luego de asegurarnos que los padres no estaban haciendo el control de alcoholemia -si, acá los mismos padres hacen el control de alcoholemia a sus propios hijos cuando vuelven del boliche - enfilamos para Corral de Bustos a bailar al multigeneracional boliche "Warhol" - ah, si, acá uno no dice "me encontré con fulanito o fulanita" acá uno dice "pucha, no vino fulanito o fulanita" se conocen todos y se mezclan adolescentes con cuarentones, nada de eso de "para mayores de..." o "para menores de..." entonces la cosa es que entramos y "úh la la, mon dieu! no había chica que no fuera linda. Esta corroboración empírica de mi parte, tiró por debajo eso de que "las rosarinas son las mas lindas" por que acá eran TODAS MUCHO MAS LINDAS QUE LAS MAS LINDAS ROSARINAS. Aunque ésto sería válido admitiendo como sostengo que el rosarino no existe sino que la gente que vive en Rosario es toda gente que viene desde afuera de la ciudad y no desde la ciudad misma y siendo así las denominadas "rosarinas" serían todas chicas de afuera que los que vienen a Rosario consideran rosarinas, pero no, no se confunda, el rosarino como tal, no existe, aunque las partidas de nacimientos y las logias masónicas conspiren contra mis afirmaciones.. Así que señores, si quieren chicas lindas de verdad se van para Corral de Bustos y aledaños y si vienen a Rosario, sepas que las chicas más lindas que vean acá son, segurísimamente, de esos lares.

El domingo consistió en una desfasada dormida que se prolongó hasta la una de la tarde - habíamos llegado a las siete y media - luego de dejar a Gerardito, el numerólogo - contador de chistes malos - profesor de historia en su casa. Volvimos a Corral a buscar a la abuela de mi amigo, y comimos muuuuuuuuuucho, recogimos quinostos y nos pusimos a siestear, volvimos otra vez a Corra a dejar a la abuela en su casa, y de allí volvimos a la Villa del Rosario, donde nadie es rosarino. (fanáticos que puedan ofuscarse por mi teoría, o la aceptan o se cagan de risa)

A modo de souvernir, muy amables han sido para conmigo, y agradezco la hospitalidad y los presentes recibidos que ilustro al pie.





1 comentarios:

LocaComoTuMadre dijo...

Voy a ser de cuenta que no leì nada.. Lo voy a dejar pasar como educada que soy.

Un beso, me alegro que te hayas divertido!