martes, 28 de abril de 2009

FRESNOPATIA

- “Ay, Vero, Vero, Vero. Lo siento mucho, pero te informo que hasta que el fresno del patio no se deshoje todo todito todo, no te permitiré ingerir alimento alguno, aunque sí dejaré que tomes agua para que no te deshidrates. Tenés suerte que estemos en pleno abril por que las hojitas van a caer más rápido que lo que caerían en verano. Pero ni por puta vas a morfar algo si no se caen todas las hojas. Si queda una sonaste, morís de hambre”

- ¡Hijo de puta! ¡Enfermo! Solo a vos se te ocurre hacer depender mi vida de un árbol.

- Hijo de puta. Si. Enfermo. También. Pero, querida…original…original ante todo y este adjetivo último me redime ante todos los cielos y los infiernos que las boutiques de los credos intentan vendernos como recompensa para nuestra postrera vida. Es que… ¿Sabés qué pasa? Me cansé de esa clásica y quemada imagen de la horca improvisada en la rama de un árbol de la cual pendía el cuerpo de un ajusticiado como un fruto siniestro bamboleándose al compás del viento. ¡Horrenda y gastada imagen de los culebrones de Far West y me cago en Clint Eastwood y el llanero solitario! ¡Aiooooooooo Silverrr! Mierda, mierda pura carajo. Pero no, mi querida, mi crueldad para con vos no busca repetirse nunca. Soy un monstruo, pero un monstruo único y genial, un monstruo que te miente, pero que es honesto al decirte que te miente, un monstruo real y humano, humano, con todas las letras, con todos sus pares de cromosomas perfectamente alineados y en una armonía tal que ni la más estricta disciplina zen lograría. Soy original, mi vida, y lo original está más allá del bien y del mal. Soy impune a las categorías morales, a las éticas posibles y a toda esa cosa pelotuda que damos en llamar “alma”, “amor” y “humanidad”. La humanidad es colitis disfrazada de dignidad. Lo único que me importa es hacer lo que yo quiero, cuando quiero, por que quiero, con quien quiero y me importa poco si el otro no quiere por que solo me importo yo. ¿Y por qué con vos? Eso ni me lo pregunto, sólo se que se me dio la gana y chau, loca no hagás bardo. Así de simple, toda otra indagación es al pedo cuando se sabe lo que las ganas quieren de nosotros. En fin, te vas a morir de hambre si el árbol no se deshoja antes de que eso ocurra. Y chau, que tanto. Jodete.

- ¡Se trata de mi vida, guacho, dejate de joder un poco! ¡Te di mi guita, mis virginidades anteriores y posteriores, te di mi amor…!

- ME-IMPORTA-UN-CHOTO-TODO-ESO

- ¡ANIMAL!

- Pero único y genial

- Animal….

- Ahh bah bah bah, no es para tanto, tal vez se caen todas las hojitas y no pasa nada. ¡Siempre tan dramática mi sol! No te diste cuenta de algo...

- ¡Que!

- La esperanza

- ¡Qué pasa con la esperanza!

- A la esperanza, te la dejé, no te la robé como hice con toda tu fortuna que ahora es sólo mía. De ser un total hijo de puta te hubiera quitado hasta la esperanza. Pero no lo hice. Te la dejé. La esperanza de que pueda ser que el fresno de deshoje y no te mueras de inanición. Si el fresno queda peladito. ¡TÁ TODO BIEN!

- Maldito… el fresno tiene cincuenta años y una copa que cubre media cuadra. ¿De qué esperanza me hablás turro?

- De la única que tenés y que yo no te quité.

- ¿Lo harías? ¿Me quitarías toda esperanza?

- No, no tendría gracia para mí si así fuera. En la crueldad es un detalle esencia y sublime otorgar al desgraciado de turno una mínima posibilidad abierta a sus esperanzas de huir y alejarse de sus desdichas. Hablo de saber otorgarle una posibilidad remota, pero única, apenas visible en el horizonte de ese mar de iniquidades que sufre. Hay que saber darle esa libertad en forma de una oportunidad que le permita de un modo suficiente, oler, palpar, acariciar ese bien tan ansiado que es la felicidad, es, en ese momento, cuando ya está a punto de ser feliz, donde nuevamente tomamos a nuestro objeto de placer para hundirlo otra vez en el infecto charco de atrocidades que le hemos otorgado. Es como convidarle un caramelo a un niño y, cuando esta por llevárselo a la boca sacárselo de un cachetazo. Quien sabe lograr semejante maniobra, es un excelso artista del crimen y merece el Olimpo redentor de todo juicio y de toda moral.

- Pero… ¿me amás?

- Si, tontita, claro que te amo. ¿Viste que te dejé una esperanza?

- Ay, gordi, sos un osito rucucucú

- Chi, bueno, quedate sentadita en este taburete abajo del árbol y hasta que no se quede peladito peladito, no morfás ni un maní.

- Chi, te quedo muto.



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