sábado, 27 de diciembre de 2008

LA PONTIFICIA HISTORIA DEL PIONONO

La navidad, la dulce navidad, la navidad blanca, la navidad alegre, la navidad triste, la navidad promisoria, pero sobre todo la navidad auténtica, la del "niñito Jesús", la del nacimiento del Mesías, el mismísimo Jesucristo, hijo de Dios, al cual los judíos, sus asesinos, traidora e inquisidoramente entregaron al riguroso brazo inflexible Roma, prefiriéndolo para la crucifixión antes que aun auténtico ratero con nombre de ratero llamado Barrabás, motivo por el cual, hasta la fecha, prácticamente nadie se llama Barrabás; pero como decía, sobre todo esa Navidad simple, la humilde, la austera, la religiosa, aquella que anualmente es olvidada bajo un velo marketinero de compras compulsivas, happy hours, maratones desenfrenadas en los centros comerciales, shoppings, peatonales y comercios, que es olvidada en su más inmaculada esencia por orgiásticas saturnales donde se come y se bebe irreflexivamente haciendo, de lo que debiera ser un humilde pesebre de mansos corderos en una porqueriza inmunda de vicios, excesos, voluptuosidades y pecados, por no mencionar los execrables e injustificados gastos de pirotecnia que bien podrían ser destinados a reparar la tiara de nuestros abnegados obispos que tanto oblan sus báculos para nuestro bienestar celestial, bienestar que olvidamos en pos de un aquí y un ahora que menosprecia la gracia infinita de nuestro buen pastor celestial que, además de creador del universo, tuvo a bien proveernos de la sapiencia y los materiales de la naturaleza necesarios para elaborar uno de los más frecuentes y deliciosos manjares que pululan en la mesa navideña: el pionono, exquisitez inabordable de masa acolchada y dulce que permite un sinnúmero de combinaciones a la hora de servir para copetín previo al plato fuerte de la cena de nochebuena o en el dulce almuerzo del día veinticinco, momentos en que celebramos el nacimiento de nuestro Señor Jesucristo comiendo, deglutiendo, tragando, sorbiendo y chupando cerdamente, pero como refería, el pionono, diminuto bocadillo de ágape navideño tiene un historial santo y sangriento como padre y una historia de gloria y trayectoria como madre, madre que le dio la teta de la cual manó la leche que le permitió crecer y sobrevivir hasta nuestros días, pero el origen remonta a los años de pontificado de Su Santidad,Pio IX, el papa que con treinta y un años y medio, tuvo el reinado más largo en la historia de los papas, y, según parece, sólo fue superado por San Pedro que estuvo unos añitos reinando a los cristianos, la cosa fue que Pio IX, si bien tuvo un pontificado larguísimo, tuvo en todo ese tiempo, una larga lista de problemas tanto celestiales como terrenales, claro, el hecho de haber teñido de socialismo al catolicismo con el fin de defender a los trabajadores hizo bailar en la cuerda floja a Su Santidad por no decir de las ruedas en el palo que constantemente le metían los partidarios del jansenismo, postura que Pío, a la larga superó con creces e hizo a la Iglesia Católica, un poco más humana, pero arduos dolores de cabeza le trajo a su majestad, pero lo que más loco lo ponía era la perdida de los estados pontificios, la pérdida de la jurisdicción sobre Roma, en sus momentos de ira más furibunda, excomulgaba a diestra y siniestra, sin mirara a quien, "de puro loco" como quien dice...y fue en uno de esos momentos de locura pontificia donde el Santo Padre, sin querer, eyacula el espermatozoide que fecunda en los vaginales cerebros de los cocineros del Vaticano al pionono, y todo tiene origen en lo que denomino una "doble negación imperativa al Santo Padre" proferida por un monaguillo, Lasagno Paolo Passolini, que en ocasión de una misa de Pascua de Resurrección celebrada en la basílica San Pedro y encabezada en persona por Su Santidad que en aquel momento y para olvidar los pesares que el caso Mortara le estaba ocasionando, tomó antes del oficio religioso, un cáliz lleno de vino mistela que trastornó su cordura un poco demasiado, a su vez, Lasagno, un niño de pulmones sacros y puros, sufría, con motivo de dicha impolutez, alucinaciones con las emanaciones del incensario que debía agitar constantemente detrás del Papa; fue por este motivo - dicen - que el niño, creyó ver, en lugar de la hostia consagrada, un pene de marfil que el Papa mostraba a la feligresía toda consagrando así, el "corpus christi" y el niño, espantado por esa alucinación que le hacía ver en manos de Su Santidad semejante falo gritó enloquecida, doble e imperativamente, con voz de pito y ligero:

¡PIO! ¡NO! ¡NO!

y el Papa, con pocas pulgas para que un monaguillo imberbe le diera órdenes con tanta insolencia, agarró el báculo y se lo partió en la cabeza desmayándolo en el acto y no conforme con su atolondrado castigo, lo enrolló en la alfombra roja que recorre el camino principal de la Basílica hasta quedar prisionero de dicho alfombrado, demente, como un perro sediento de justicia, pidió a un miembro de la guardia suiza que decapitase a Lasagno y pusiese su testa en una pica clavada en la Fontana di Gloria Trevi, en Sumo Pontifice luego de eso siguió ejerciendo su magisterio otorgó indulgencias plenarias instantáneas a todos a cambio de votos de silencio y, ya en su despacho, ordenó a los cocineros vaticanos que le hagan algo para comer de modo tal que pareciera que se estuviera comiendo (*)a ese monaguillo que le hizo pasar un mal trago, y fue entonces fue el chef Claudetto Signorín quien inventó lo que hoy conocemos como "Pionono" y comemos cada dos por tres en cualquier "breack" y fiesta religiosa teñida de saturnal bombivantera.


(*) Algunos intérpretes ven en esta órden uno de los primeros indicios de pederastía pontificia

1 comentarios:

GISOFANIA dijo...

jajajajajajajajajajajajajajaja
cómo me hiciste reír
jajajajajajajajajajajajajajajaja

aguante el pionono, que da para dulce salado agridulce caliente frío