martes, 11 de noviembre de 2008

LA FERIA



Caras para dibujar, así las llamaría yo, inolvidables, veteadas por el humo de las parrillas terribles, caras inmortales, todas juntas, todas esta noche, yo soy una de esas caras, soy una uva más de todo el racimo que se engendró en el vientre fecundo de esta medianoche, la imperturbable parra de todos los noviembres frente al monumento, la feria de las colectividades. Soy una uva más del racimo, soy para dibujar, ¿qué Baco infame me devorará? ¿Qué Monet pretérito me hará de óleo?

Todas las uvas caminando, todas las uvas para colorear, me asustan sus facciones, alguien se asusta de mí, pero quien no puede ver no nos llega a ver, deben adivinarnos entre las volutas olorosas, vienen de las parrillas, de los hornos, de las hornallas, multiplicadas por doquier, son caras ahumadas, soy una cara ahumada, y sólo nos pueden dibujar así, con la voluta de humo en derredor nuestro, como surcados por la serpiente de Zaratustra, como asfixiados por su inteligencia. Están por todos lados las parrillas negras, polutas, llenas de embutidos, de pedazos de carne que son un acertijo sin solución para nuestro ingenio pero que igual comemos y nunca habremos adivinado su enigma, enigma que sólo la esfinge de Tebas hubiese establecido si no se hubiese matado al ser vencida por Edipo. Nuestras ropas, nuestras pobres ropas guardarán como un arcano el olor de esos carbones, de esos alimentos esotéricos, del lento transpirar de calzoncillos de los bailarines de tarantela, o el de lo cosacos, de la fermentada chicha peruana, del zurracapote chorreado en la chomba. Me doy asco. Mis ojotas, otrora ojotas, son bodoques de lodo, pesados como bigornias, siempre llueve al comenzar este maremágnum de irrealidad, porque si hay algo que caracteriza a este universo paralelo es su irrealidad, todo lo que aquí pasa no debería pasar, el mundo puede ser más terrible de lo que nuestros sentidos pueden percibirlos decía Lovecraft, la mente humana, es sumamente limitada, sólo tiene cinco sentidos ¿qué pasaría si habría más de cinco sentidos? ¿O veinte? ¿Y si hubiera seres con más de cinco sentidos? No me alcanzan los sentidos para descubrir el verdadero terror, el terror oculto de esta conjunción de balalaicas y chacareras, de cintos con monedas y borcegos polacos, todo es irreal, porque no se puede llegar con nuestra pobre mente al ancestral escalofrío que produce ver juntas a la ensalada de fruta con la tradicional humita, todo me chifla, me siento el violinista de la Mona Jiménez, el acordeonista de Iron Maiden. Vuelvo a mis ojotas, me pesan, y camino como si fuera el pobre infeliz que tiene que cargar con esas tremendas carotas que recuerdan a las de las fallas valencianas, así voy, tratando de encontrar esa calle de Borges que ahonda el poniente, que he de recorrer por última vez, indiferente y sin adivinarlo sometido a Quien prefija omnipotentes normas y una secreta y rígida medida a las sombras, los sueños y las formas que destejen y tejen esta absurdidad. Esa calle me dará la salida.

Mientras voy caminando, voy perdiendo mi capacidad auditiva, estoy aturdido por el efecto doppler, por los siseos inenarrables de los casetes que trasmiten las danzas típicas, toda una mezcolanza descolocante que hace horrible mi búsqueda, todas esas caras me miran, y yo las miro y las dibujo. Me arremolinan los sonidos, las guitarras mal amplificadas, las cuerdas viejas y desafinadas, el mal cantor, el disco de pasta rayado que pasa la tarantela, el coro de campanas de Alemania, la batucada traqueteante, como si fuera un loop de los Beastie Boys, los cencerros de las llamas traídas de Bolivia, la bo-cina del petrolero que viene de San Lorenzo, el llanto de los trillizos que tengo a mi lado, el cieguito del acordeón tocando la vaca lechera, suena Jim Morrison en mi cabeza porque es lo que tengo ganas de escuchar, todo se junta, todo se hace un mix en mi marote que a esta altura parecería que tengo hidrocefalia.

Y en un momento empezaron los fuegos artificiales, todas las uvas alumbradas por los destellos, ahora hay más humo, parece Kabul, todas las caras matizadas por azules eléctricos, fucsias dignos de jarabe para la tos, verdes aceite de oliva, amarillos techos de taxi, colores alucinógenos, ahora se suman a los ruidos mencionados anteriormente las explosiones de las benga-las, los silbidos de los misiles. Aprovecho para disfrutar de mi único cigarrillo, un pitufo enigmático automáticamente me dice “Dame uno vieja” y yo como un Gargamel asqueroso le digo “es el único que tengo, master” y se va mirán-dome con cara de petiso enojado.

Terminada la batahola sigo, casi dormido, casi perdido, siendo parte de este universo paralelo, en los pinos siento a los duendes tocando las flautas pastoriles, anunciando el nacimiento de las gotas de rocío, el suave entredor-mirse del trébol de cuatro hojas, la lenta llegada del descanso de las emocio-nes, todo empieza a ser cabal, solamente se queda lo que puede llegar a ser comprensible al hombre, del otro lado del río veo el rito de los pescadores de bogas, me astillan los ojos la luminosidad de sus cirios lejanos, el brillo de sus tramperos pulidos con lustrametal, de repente me emociono, quisiera ser parte de su silencio vehemente, quisiera ser un oído más de esa arenga de la cual me llega levemente algún balbuceo pronunciado por el líder, el Bacuca, QUIE-RO SER PARTE DE ELLOS, pero recuerdo que soy alérgico al pescado de río.

Terminado todo estoy aquí, al lado de un mediomundo abandonado, como no tengo más ganas de buscar la salida, me pongo a pescar con el men-cionado artefacto, luego de varios intentos, siento que algo pesa y brilla entre la madeja, es una botella verde de vino San Felipe ® y contiene un mensaje, contento lo abro, veo un número de teléfono y un nombre, un nombre de mujer que me hace imaginar el resto, y tiene su teléfono, y yo tengo mi celular a mi lado, sin más disco ansioso el número, ella me atiende y yo le digo “soy el amo de tu mensaje” y ella me dice “te espero en Satchmo ya mismo” y le dije ofuscado “a mi me gusta Luna” y le corté.

Miré al monumento, frío y soberbio, lo vi muy real y me dirigí a él, era el fin de una noche muuyyyy larga.

1 comentarios:

GISOFANIA dijo...

puedo aplaudir?
se me permite aplaudir?
quiero aplaudir!
aplaudo:
clap, clap, clap
y ya que tengo tiempo un hit de porrista:
hip hip hip rra rra rra,
somos legión los ezcurrá


(los sahumerios de cardamomo aguardan agazapados en una caja otrora destinada a unas sandalias talle 35 procedencia brasilera. resisten la ciclotimia térmica primaveral como pueden, embotados junto a una vela de vainilla)